Mujer Rota

Archivo 2016 Conozco una gran mujer a la que han desechado

Photo: 123rf.com

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Archivo 2016

Conozco una gran mujer a la que han desechado. A decir verdad, conozco muchas grandes mujeres a las que han desechado igual. Un culito joven se le atravesó en el medio. Ella no lo vio llegar. Es que en la vida uno no está sentado esperando las cosas que se atraviesan. Ojalá fuera así, ojalá. Y cuando fulminantemente aparecen no sabemos qué hacer ni cómo actuar.  De nada le valieron entonces los tantos años, los tantos momentos, los tantos abrazos, los tantos esfuerzos, los tantos sueños, los tantos instantes de sexo, los tantos sacrificios juntos, los tantos hijos, en fin, los tantos tantos.

Así que esa gran mujer últimamente va por ahí, en cuclillas, intentando recoger los pedazos maltrechos del rompecabezas de su vida para, con el poco aliento que le queda, ponerse a unirlos otra vez con un pegamento imaginario de tolerancia y paciencia. A veces levanta fácilmente las piezas. Otras veces, las más,  se quedan como pegadas y tiene que insistir para poderlas recoger. Varias noches la acompañé mientras se despedazaba de un dolor que la hincaba, la retorcía. La admiré entonces, la admiro todavía. Viéndola sobrevivir comprendí que ese oscuro fuetazo lamentablemente no se vomita, y hasta se lleva con una sonrisa ante los tuyos aunque en el silencio de tu cuerpo sientas que te está arrancando las vísceras.

He pensado en la otra mujer. La atravesada. ¿Podrá mirar a los ojos? ¿Llevará la cabeza erguida? ¿Sentirá orgullo? ¿Se creerá la más? Me gustaría tenerla de frente y regalarle una lección para la vida: decir NO es también solidaridad.  A ver si la aprende, si la aprende y la aplica para que algún día la repita a un culito joven que por karma, aunque no lo reconozca o lo sepa, ya le tocará. Así es la vida querida, así será tu vida. Justificaciones hay por docenas, son como ramos de flores, de todos los largos y todos los colores. Pero ninguna es válida y  todas inevitablemente le condenan. Posiblemente viene de un hogar disfuncional…. Ahhh, qué va, qué absurda mentira, te lo digo yo que nací y me crié en disfuncionalandia y vivo mi vida bien vivida.

En él no quiero pensar. Ni en los él que destrozan las ellas, ni en las ellas que destrozan a los él. No vale la pena.

Hay una frase en una canción de Coti que me gusta mucho, muchísimo: “Los pies sobre la tierra, aunque pise barro y mierda”. Nada más cierto en el impulso hacia la recuperación. Esa mujer me cuenta que algunas veces la tierra bajo sus pies como que tiembla. Algunos días se siente mojada, otras veces se siente reseca. Pero se siente, le digo, lo importante es que la sientes… que no has perdido el sentido de sentir.

De esta historia que no es mía voy ganando grandes lecciones. Las mujeres, cuando nos rompemos, nos componemos otra vez. No me pregunten cómo lo hacemos. Cada hueco, cada grieta, cada borde descoñetado se confabula en una extraña pero bien merecida complicidad que logra compactar el cuerpo, el alma, el corazón y hasta la mente lo suficiente como para levantarse y echar a andar. Los escombros del sufrimiento intentan sepultar todo lo bueno, pero la magia femenina y el mandato del universo impiden que ni la sonrisa, ni los pechos, ni las ganas, ni los sentimientos, ni las fuerzas, ni nada de nada desaparezca… es sólo una pausa.

La mujer, por puro instinto, por puras ansias de vivir y no morir, se recicla.  Y aparece reinventada, renovada…. ¡Lista!!

Miro a mi amiga y pienso: LA MUJER, CUANDO ESTA ROTA, ES DOBLEMENTE MUJER.

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