Mykonos, un destino de ensueño
Como si la naturaleza hubiese dibujado a mano su paisaje, en Mykonos el árido tono que define el relieve logra rivalizar, con cierto aire de irreverencia, al azul del mar Egeo que subyuga a esta isla griega
Como si la naturaleza hubiese dibujado a mano su paisaje, en Mykonos el árido tono que define el relieve logra rivalizar, con cierto aire de irreverencia, al azul del mar Egeo que subyuga a esta isla griega.
No en balde cuenta una de las tantas leyendas que se escuchan por esos rumbos, que cuando Dios distribuyó el espacio terrenal, Grecia resultó privilegiada porque llegó tarde a la repartición y, gracias a la benevolencia del omnipotente, terminó con el pedazo que éste tenía reservado para su descanso.
Precisamente a este mito le atribuyen la irresistible belleza de este paraíso terrestre que domina la vista de aquellos afortunados que llegan a ese rincón del planeta. Al menos eso nos contó Aphrodite Dellaporta, una destacada publicista quien con gracia y la gran amabilidad que caracteriza a los griegos, dirigió nuestro recorrido alrededor de la isla, en la que visitamos varios hoteles y también conocimos al alcalde de la ciudad.
Si de recomendaciones se trata, cabe destacar que cualquiera de ellos cumple y excede su propósito, incluso los más modestos, donde se huele el aroma de comida casera y las habitaciones son tan acogedoras que pueden prescindir del lujo.
El buen trato al cliente es notable, incluso los mismos propietarios reciben a los turistas que llegan a sus hoteles. No es difícil sentirse en casa y consentido con el mínimo detalle.
A través de las amplias ventanas entreabiertas de uno de los cuartos del hotel Apanema se asoman los caprichosos rayos del Sol que insisten en despertar, hazaña que apenas logra realizar la alarma digital, pues hasta conciliar el sueño es más fácil en este destino paradisiaco.
Y es que, más allá de las condiciones del alojamiento, ese aire tradicional y mítico que invade el ambiente invita a reflexionar, en especial cuando se contempla la inmensidad del mar desde el balcón, un espectáculo para disfrutar a solas o en pareja. Si bien Santorini, a donde se puede llegar desde Mykonos en tan solo un par de horas a bordo del ferry rápido, suele atraer a los enamorados por el romanticismo que inspira, a su isla vecina cada vez se acercan más recién casados para celebrar su luna de miel, y también matrimonios que desean renovar sus votos en las orillas de las cristalinas aguas del Egeo.
Por otro lado, los que necesitan alejarse de las multitudes en busca de la relajación pueden sucumbir antes las bondades del agua caliente burbujeante, elemento recurrente en las instalaciones, sin importar el costo, aunque en dependencia de la tarifa, el jacuzzi puede estar ubicado en áreas privadas o con impresionantes vistas al horizonte.
La isla de Mykonos también es conocida por su alegre vida nocturna, en la que los bares gay y la buena gastronomía cobran gran protagonismo. Abundan los restaurantes con una amplia oferta de mariscos y vinos.
Entre los quesos más deliciosos que producen, destaca el Kopanisti que suele servirse con ensaladas, un platillo esencial en la cocina de esta región. En las mesas griegas no puede faltar un trago de Mastika, licor tradicional condimentado con anís que sirven como digestivo.
Además del buen comer, sus impresionantes playas y su pintoresco estilo arquitectónico en el que destacan los techos azules de sus numerosas capillas, la colocan entre las más visitadas de las islas griegas.
Tampoco pasan desapercibidas las coloridas fachadas que contrastan con el blanco que domina el panorama, ni los molinos de viento que armonizan el paisaje.
No resulta difícil perderse por las callejuelas e ir a parar a una taberna, una diminuta tienda de souvenirs o un puesto de frutas.
En ausencia de semáforos, los conductores suelen tomar más precaución, y las motocicletas son el vehículo de preferencia de los turistas para transitar en la isla. Se pueden rentar en Hércules, uno de los tantos establecimientos que honran la mitología griega.
Describir una puesta de Sol en Mykonos no basta, hay que arriesgarse a presenciarla. Cuando la luna muestra su cara, el fulgor de las estrellas se adueña de la oscuridad, sin dudas, un despliegue celestial digno de admirar mientras se respira una paz abrazadora que nutre el espíritu.
Asimismo, desayunar contemplando el amanecer en esta isla debe ser una imposición de los dioses griegos a los simples mortales.
Otro gran atractivo que ofrece Mykonos es su proximidad a Delos, una pequeña, árida y deshabitada isla, que alberga las ruinas de la antigua y sagrada Delos y ha sido centro de excavaciones arqueológicas. Según la mitología griega, esta isla sirvió de refugio para la amante de Zeus, quien intentando protegerla de los celos de Hera, la escondió allí para que diera a luz a Apolo y Artemisa.
Irónicamente, durante siglos Mykonos sirvió sólo como vía para llegar a Delos. Hoy, es la isla más cosmopolita del archipiélago de las Cícladas.
Recomendación
Vale recalcar la importancia de viajar y conocer nuevos destinos, otras culturas para así desprenderse de prejuicios. Y aunque llegar a Mykonos es costoso, si se ahorra y se planifica el viaje con antelación, la experiencia resultaría inolvidable.
Si decide aventurarse hacia esta isla, y desea hacerlo cuando la ola de turistas haya bajado, se recomienda viajar justo al comienzo o al final de la temporada, que se extiende desde abril hasta septiembre.
Aunque Mykonos cuenta con un aeropuerto nacional, se puede tomar un vuelo hasta Atenas, y de ese modo conocer la capital griega, para luego continuar rumbo a la isla a bordo de un barco rápido.
Una excelente opción sería volar con Turkish Airlines, que durante seis años consecutivos ha sido premiada por la calidad de su servicio. Esta aerolínea acaba de estrenar el uso del eXPhone, tecnología que permite que los pasajeros envíen mensajes de texto y naveguen la web desde sus celulares durante el vuelo.
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Este artículo fue publicado por primera vez en Diario Las Americas.